RAFAEL POCH | 10/11/2009
LA VANGUARDIA
Detrás de los fastos del Muro, un regusto amargo que crece
Veinte años después de la caída del Muro, se confirma el chiste ruso de que, "nada de lo que el comunismo nos decía de si mismo era verdad, pero todo lo que decía del capitalismo se quedó corto". En el nuevo espacio "liberado" de la Europa del Este y la ex URSS se encuentra de todo. Las encuestas indican que en Polonia, Chequia y entre los alemanes del Este, hay mucha más satisfacción que pesar, pero en el conjunto de la región, hay 145 millones de pobres, casi una tercera parte de la población y diez veces más que hace veinte años, cuando la nivelación amortiguaba la precariedad, informa el Banco Mundial. Evidentemente, pocos añoran las dictaduras, pero hay mucha amargura y así lo evidencian las encuestas.
Los alemanes del Este pertenecen al colectivo de los que han salido mejor librados. Su satisfacción por haberse sacudido la dictadura, no impide la paradoja de que la mayoría (62%) considere a la RDA una "sociedad más cercana a la justicia" que la actual. Dos de cada tres alemanes valoran positivamente la reunificación, pero un regusto amargo rodea a la fiesta del Muro.
La arbitrariedad con la que el gobierno y las empresas del Oeste disolvieron la economía del Este (14.000 empresas y 1,3 millones de puestos de trabajo), el dominio de los cuadros occidentales en la vida del Este, que el escritor Ulrich Plenzdorf dice sentir como algo parecido a un "régimen de ocupación", la marginación de algunos autores críticos anteriormente loados como disidentes que dejaron de ser "interesantes" al expresar su escepticismo ante el nuevo orden, la casi total ausencia de los orientales en los debates mediáticos –y en el gobierno federal- en los que se pontifica machaconamente sobre una RDA reducida a "Stasiland", un universo policial, que ofende sus biografías, el mayor paro y las menores rentas, así como los abusos terminológicos y conceptuales equiparando a la RDA con el nazismo en el concepto "dos dictaduras alemanas", que provocó la protesta de la comunidad judía, todo eso, fomenta un sentimiento bastante generalizado de "ciudadanos de segunda clase" en el que se reconoce el 64% de los alemanes del Este.
La escritora Daniela Dahn, una de las voces que intentan analizar la nueva ambigüedad alemana, dice que, "la nostalgia de los alemanes orientales está menos relacionada con la RDA que con el sueño de un occidente que no se cumplió".
La RDA inspiró infinidad de reformas sociales y de programas políticos en la RFA, cuyo "Estado Social" no se explica sin el miedo al comunismo, explica Dahn, pero la disposición a adoptar aspectos sociales, "cayó junto con el Muro", lo que explicaría el desmonte del estado social que Alemania vive desde los años noventa, cuando socialdemócratas y verdes dieron el pistoletazo de salida con la llamada "Agenda 2010".
"Parece que el capitalismo funcionaba mejor cuando tenía enfrente a un imperio socialista que lo moderaba. Ahora se ha desbocado y la desmesura siempre indica el principio de un fin", observa Christoph Hein, un escritor de Alemania del Este. De repente se ha descubierto que el enemigo era fuente de inspiración y legitimación para el capitalismo. "Teníamos que demostrar que éramos más sociales que el socialismo. Hoy el socialismo está muerto y muchos empresarios creen que vale todo", dice el ex ministro de trabajo de la CDU Norbert Blüm. "Occidente había hecho de la derrota del comunismo su objetivo fundamental, con la derrota del comunismo se derrumbó el principio organizativo central de Occidente", dice el ex vicepresidente de Estados Unidos Al Gore.
La ambigua fiesta alemana se diluye, se convierte en anecdótica, cuando se observa al lado de los cambios globales experimentados desde la caída del Muro.
En Europa, la desaparición del bloque adversario ha incrementado el alineamiento europeo con el militarismo. Ninguna potencia europea envió tropas a Vietnam, pero muchas lo hacen ahora a Irak y Afganistán, sin apenas oposición. Tras su expansión al Este violando las promesas hechas a Gorbachov, la Otan se ha convertido en fuerza de intervención global liderada por Estados Unidos y dedicada a controlar recursos energéticos. Precisamente en el momento en el que la crisis global lo hacía más necesario, el "nuevo orden mundial" anunciado tras el fin de la guerra fría ha resultado ser una estafa.
El hambre ha aumentado en el mundo desde 1990 y ya afecta a mil millones, uno de cada seis, advierte la ONU. En el frente laboral, un aumento global de la explotación, que incluye retroceso de derechos sindicales, allí donde existían, en Occidente. La integración del bloque del Este, más India y China en el capitalismo, aportó 1.470 millones de nuevos obreros a la economía global, dobló el número de la fuerza de trabajo mundial y alteró el equilibrio global entre capital y trabajo en perjuicio del segundo, con el doble de personas compitiendo hoy por trabajar con el mismo capital. El resultado es la generalización del "contrato basura", el trabajo emigrante y la deslocalización. Una moderna esclavitud en el Norte y en el Sur.
Millones han sido forzados a la emigración por la "mano invisible". Hasta 60 millones podrían emigrar a Europa y África del Norte desde el África subsahariana para el 2020, estima la ONU. Miles caen en los nuevos muros. El de Israel ya es tres veces más grande y dos veces más alto que el de Berlín. Sólo en México en 2008 se produjeron 39.000 detenciones y 89.000 deportaciones de centroamericanos, y el número de muertos por balas en 28 años de Muro de Berlín equivale al de cadáveres de tránsfugas que se encuentran cada año en la frontera de Arizona.
"No hay Oeste, sin Este", dice Dahn, que ha titulado su libro parodiando el "Vae Victis" (¡Ay de los vencidos!) que Tito Livio pone en boca de un caudillo celta en el 387 antes de Cristo. Los vencedores de la guerra fría pasaron por alto que el hundimiento de su enemigo evidenciaba también su propia enfermedad. Olvidaron que se quedaba a solas con la responsabilidad del estropicio mundial. Veinte años después continúan celebrando la ocasión. ¡Ay de los vencedores!, Vae Víctors.
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