Este país tiene un problema. El PP lo llevará hasta sus últimas consecuencias y el PSOE nunca tiene (ha tenido) el valor necesario para zanjarlo cuando obtiene el poder a nivel estatal. El problema, que es como una gran piedra en el zapato de la ciudadanía y de la salud democrática del Estado, se llama Iglesia Católica (ojo, como estamento y lobby de poder, no como conglomerado abierto y plural de creyentes).
Y es que la Iglesia Católica no se corta. La Iglesia Católica opina sin miramientos sobre el estado civil de algunos ministros (sobre todo ministras, que ya se sabe que deben ser más decorosas), cree que nuestro sistema educativo lleva a la fornicación, quiere ver 'resultados' en cuanto a la atadura en corto de la 'criminal' Ley del Aborto y muestra muy a las claras su opinión con respecto a temas tan poco peregrinos como el uso del condón entre los jóvenes, la desacralización de los valores televisivos, el Valle de los Caídos o la 'inversión en moral' que hacen a través de la Cadena Cope.
En cambio no son muy usuales sus comentarios y posicionamientos sobre el dinero público empleado en sufragar (al menos tangencialmente) sus grandilocuentes actos, la necesaria separación Iglesia - Estado, la defensa de las prestaciones sociales, el mantenimiento de la sanidad pública, la cuestión Berlusconi en Italia, o sobre el sistema impositivo redistributivo del que, precisamente ellos, se benefician jugosamente.
El problema, más que la legítima opinión que todo poder u organización pueden proclamar sobre cuestiones terrenales, es que sus perentorias teorías y preferencias son tomadas al pie de la letra por el partido que en España mayoritariamente se encuentra en el poder: en el PODER absoluto, poder sin más, el poder en todos lados, a todas horas. Es el PP-ODER, claro.
En Córdoba, por ejemplo, ya en la Cabalgata de Reyes Magos, pero en muchas verbenas y fiestas populares veraniegas durante el año pasado, quedó patente que el PP es el brazo tonto (o no tan tonto) de la Ley Episcopal, por gracia divina, y no de de su verdadero mandato que es el de servir a los ciudadanos y ciudadanas, por gracia de las urnas y porque es para lo que les votan.
Pues bien, quieren en Córdoba, darle (recuperar le llaman) el sentido sacro a esas y otras muchas fiestas (algunas fiestas, todas las fiestas) y, en esto, como en cualquier manifestación popular que se de bajel Despeñaperros, los límites culturales, antropológicos y religiosos de cualquier celebración, están más bien difusos. La incultura no ayudará a la sacralización de nada en estas tierras andaluzas. Estamos a la espera de ver qué concepto le dan a los Carnavales, a la Feria y a las Cruces de Mayo, tan católicas todas ellas como paganas, o menos.
En Sevilla han sustituido el nombre de la calle Pilar Bardem por el de una de esas vírgenes de extenso apelativo pero méritos más bien escasos o, al menos según conozco, inexistentes. Los ministros casi piden disculpas a las injerencias obispales por sus, no lo olvidemos, vidas privadas. Educación para la ciudadanía será convertida en valores morales o algo similar y por supuesto que las mujeres de 17 años que quieran abortar deberán decírselo a su padre aunque éste les cruce la cara a hostias por el embarazo prematuro, no deseado y puede que casual, que han sufrido (sufrido).
Bueno, ellos estarán contentos porque al menos esas chicas, de alguna manera, llegarán a probar las Hostias del Padre, supongo.
Siento la crudeza, pero estoy harto de que esta clase auto-erigida, que además habla por nosotros (por todos los que al menos consideramos que tenemos algo de cristiana tendencia), se entrometa en todo y no asuma su verdadero papel celestial: el guiar nuestras almas y dejar a las arcas, a la ética y a la política del Estado, en manos de los ciudadanos.
Pero si harto estoy de esa leva mucho más lo estoy del PP, ignorando sus verdaderos objetivos en trivialidades frentistas y folclóricas como esas: ¿bajará el Santo Padre a explicar por qué el paro sigue bajando en ciudades que gobierna el PP desde hace 8 meses? Claro que no, pero habría que recordar lo bien que utilizaron mezquinamente el argumento de la crisis económica y el desempleo para hacer demagogia de la peor clase en las anteriores elecciones locales.
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