La estela de aquellos momentos que nos han visto aparecer: aquí y ahora, nos relata nuestra existencia fuera de método o alquimia, influye en cómo somos, cómo pensamos, cómo queremos vivir... El tiempo como moldeador de nuestra sicología, personal y colectiva.
Cuando la semana pasada Concha Caballero hablaba de la idiosincrasia política andaluza, en la Escuela de Verano de Izquierda Abierta, resultando que es de izquierdas, mayoritariamente al menos, nuestra forma de sentir políticamente, enunció un buen número de experiencias colectivas andaluzas que, desde lo antropológico y cultural y hasta lo político, fundamentaban ese "sentido" y sensibilidad andaluces.
Pero no abordó algo que considero esencial para describir, y puede que explicar, parte de ese sentido andaluz de lo público: nuestra relación con el tiempo, nuestra relación con el tiempo como pueblo.
Como sociedad milenaria y agrícola de la cuenca mediterránea pervive en nuestro uso y relación con el "tiempo" una concepción irrevocable y eminentemente cíclica de los procesos vitales; y como sociedad inserta en un Estado de Europa occidental en el que, aunque con grandes asimetrías, la industrialización capitalista comenzó ya hace siglo y medio, también compartimos ese concepto lineal, acumulativo y progresivo del tiempo, tan propio de las sociedades capitalistas clásicas... Pero ni uno ni otro.
Andalucía, como producto de la mezcla de varios espacios culturales en los que no nos hemos terminado de posicionar (excepto siempre con respecto a nosotros mismos); ni tampoco nunca por completo nos han podido subyugar eliminando nuestras señas y rasgos de relación social o con el entorno; Andalucía, como pueblo en continua evolución cultural y antropológica (¿qué tiene que ver la Andalucía de hoy con la de hace 30 años?)... tiene un concepto y una relación con el tiempo absolutamente característicos dentro de nuestro entorno (similar a la de otros pueblos mediterráneos e iberoamericanos como es obvio).
El tiempo aquí es líquido, se escapa, se diluye, corre por veredas hasta sumirse y desaparecer... el tiempo aquí se mide al vivirlo, existe con entidad propia, es inaprensible, no se intenta comprender o someter, está por encima, por debajo, circula por nuestras venas... el tiempo está en todas partes sin existir, o quizás precisamente por eso, por existir, SIN MÁS, todo es tiempo y ya, de modo que su conteo no es mercancía, su paso no es sometimiento... El tiempo se mide y se tiene en cuenta, claro que sí, pero es nuestro aliado, y no el marchamo de nuestra esclavitud, nunca termina de perder su naturalidad.
Y creo que esa característica relación con el tiempo tiene bastante que ver con que Andalucía no haya caído del todo en las voraces fauces del capitalismo neoliberal, y de su pensamiento único, que es el que más rabiosamente ha troceado, empaquetado, vendido y sometido con urgencia ese tiempo, para que él nos someta también a nosotros en una perversa relación de amor-odio (y mercadear también con todo lo que mide, como la juventud y vejez, las tendencias y moda, las noticias...).
Una reflexión del compañero Blas Rueda de Izquierda Abierta Andalucía es la que me ha animado a escribir este comentario, tras seis meses sin alimentar el blog... Curioso concepto del tiempo el mío ;)
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