Me conmueve la unanimidad con la que los poderes de esta Europa de los mercados, difícilmente social, ha salido contra una consulta popular, legítima, democrática y soberana como la que ha planteado Grecia. Me sorprende por otro lado la coordinación de gobiernos, FMI, medios de comunicación y representantes empresariales de toda Europa occidental, a la hora de salir en trompa contra esa referéndum absolutamente legítimo, cuando para otras cosas tan difícil es que se pongan de acuerdo. ¿Por qué?
Porque los mercados, con sus ataques sin control contra las deudas 'seudo-soberanas'; los gobiernos europeos, con las ayudas prometidas de los Estados miembros; el Banco Central Europeo, con la condonación de cierta cantidad de deuda inencontrable; y la Banca privada, con otros mecanismos evidentes de presión, desde Bruselas, ahora Cannes, Nueva York, Londres, Berlín o París, pueden, por primera vez desde que empezó esta crisis financiera, quedarse sin decidir qué medidas, dónde, cómo y en qué periodo se ponen en marcha. Se queden sin poder decidir sobre aquella crisis que entre todos han creado, consentido o amamantado, pero que básicamente estamos pagando nosotros.
Tienen miedo de que la baraja se rompa.Puede que los griegos prefieran salirse del euro o reventar el mercado financiero antes que admitir que 150.000 empleados públicos sean despedidos; puede que no quieran tener nada que ver con el euro antes de admitir que se les imponga un impuesto solidario a todos los asalariados, antes de admitir la rebaja obligada del 20% del sueldo de los funcionarios o el descenso del 40% en sus jubilaciones. Por primera vez, digo, el pueblo griego puede decidir sobre su propio futuro, aunque lo pinten más de un negro difícilmente tolerable, y que esos poderes fácticos financieros se queden sin poder influir en él porque rompan la baraja de unas normas no explícitas pero asumidas por todos los estados UE.
Tienen miedo de que los pueblos de Europa den la espalda definitivamente a la clase política acartonada que la ha representado y al sistema económico que no les hace vivir mejor.Este referéndum, tarde y mal planteado porque pretende recuperar el soberano poder de la ciudadanía cuando antes se han perdido todas las oportunidades de coordinación, gobernanza y acción políticas conjuntas dentro de la UE, es en cambio legítimo, legal y, lo que es más importante, puede que sea tremendamente sano como ejercicio de honestidad democrática, control de las decisiones.Que no decidan por nosotros; que no nos hagan pagar sus desmanes financieros; que no nos obliguen a sufragar su falta de control sobre los mercados; que asuman las responsabilidades de haber ideado una Europa del capital y de los grandes movimientos de dinero, inversiones y bienes de consumo, sin una unión política efectiva, sin un control efectivo de esos movimientos, sin un proyecto social de Europa.
Aquella economía al servicio del bienestar social de la tercera vía que representaban las socialdemocracias del norte de Europa, frente a los sistemas puramente capitalistas o comunistas, ha sido reducida a las cenizas por la codicia de unos cuántas grandes corporaciones financieras, y las personas que están sentadas en sus sillones, y con la connivencia de unos sistemas democráticos sólo en sus maniqueas representaciones electorales, un stablishment político neoliberal sin tacha (PP y PSOE han seguido la misma estela) y unos estados sociales sólo en sus declaraciones constitucionales.
Ahora, por fin, pero al final, se hace el tejado cuando la casa ya está sin paredes.
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