jueves, 26 de noviembre de 2009

Salario mínimo, salario máximo

Público 26.11.09

Como consecuencia del desarrollo de las políticas públicas liberales realizadas desde comienzos de la década de los años ochenta (iniciadas por los gobiernos de Thatcher en Gran Bretaña y por el presidente Ronald Reagan en EEUU, y extendidas más tarde a la mayoría de países de la OCDE) hemos visto una espectacular concentración de las rentas en los sectores más pudientes de cada sociedad, produciéndose una enorme polarización entre los ricos y todos los demás. Así, en EEUU, en el año 1974, el 1% más rico de la población (que ingresaba como promedio 380.000 dólares al año), pasó a ingresar 1,4 millones de dólares en el año 2007 (después de descontar la inflación). Para el 90% de la población, el crecimiento de la renta individual, sin embargo, fue minúsculo. La diferencia entre lo que ingresaba en 1974 y en 2007 fue sólo de 47 dólares al año. Es más, mientras la renta del 1% de la población (top income) era 12 veces el promedio del 90% de la población en 1974, en 2007 pasó a ser 42 veces mayor (datos del informe “Reversing The Great Tax Shift” del Institute for Policy Studies, abril de 2009). Este 1% de la población que goza de mayor renta son los miembros de lo que en EEUU se llama la Corporate Class, término que se utiliza en lugar de la expresión más europea de “burguesía”. Pero lo que es todavía más llamativo es que el 10% con mayores ingresos de este 1% (es decir, los super ricos) han visto crecer sus ingresos a niveles astronómicos, llegando a ser sus rentas 500 veces superiores al promedio de renta del 90% de la población.

Una causa que ha contribuido a esta situación han sido las políticas fiscales llevadas a cabo en la mayoría de aquellos países. La enorme disminución de la progresividad fiscal, que ha beneficiado principalmente a las rentas superiores, ha sido uno de los factores que han facilitado más tal concentración de las rentas. El presidente Obama está intentando subir la tasa de impuestos de los más ricos, recuperando el 39,6% que tenían antes de que Bush lo bajara. Pero, aun cuando consiguiera que el Congreso aprobara este aumento, hay que darse cuenta de que este porcentaje es la mitad (sí, repito, la mitad) de lo que tales ricos pagaban durante la Administración Eisenhower en los años cincuenta.

Esta situación ha creado un gran malestar entre la población, que considera en su mayoría que las desigualdades sociales hoy son excesivas (alrededor de un 72% de los ciudadanos de los países de la OCDE). Porcentajes semejantes de la población añaden que tales desigualdades no están basadas en el mérito. La mayoría de las poblaciones de tales países no cree que nuestras sociedades sean meritocráticas. Consideran que los ricos consiguen su opulencia (en parte heredada) a base de contactos políticos y sociales que facilitan la acumulación de sus rentas y bienes. De ahí que consideren injustas tales desigualdades. Como consecuencia de esta percepción, han aparecido en muchos países movimientos de protesta en contra de los ricos y de la ostentación de la riqueza. En un editorial, el Financial Times aconsejaba a los banqueros dejarse la corbata y el traje a rayas en casa, medidas que sugería para su protección (02-06-09).

Estos movimientos están teniendo un impacto. Así, el Congreso de EEUU está explorando la posibilidad de que se apruebe una ley que prohíba al Gobierno federal establecer contratos o conciertos con empresas cuyos directivos ingresen más de 100 veces el salario promedio de los trabajadores de la empresa. La mayoría de los directivos de la industria militar cobran salarios muy superiores a esta cifra. Así, el presidente de la Lookheed Martin, una empresa militar cuyo cliente más importante es el Departamento de Defensa de EEUU, cobra 26,5 millones de dólares, que es 700 veces más que el salario de un trabajador de tal empresa.

Es poco probable que la mayoría del Congreso apruebe esta Ley. Pero la enorme simpatía hacia tal propuesta entre la población estadounidense (un 78% la aprobaría) tiene preocupados a los ricos del país. Los sindicatos estadounidenses están pidiendo que el límite de las rentas superiores sea incluso menor: los dirigentes de una empresa no debieran ingresar más de 25 veces lo que ingresa el promedio de los trabajadores de la misma empresa, principio que proponen sea aplicable a todas las empresas, y no sólo a las concertadas con el Estado.

En Gran Bretaña, el secretario general de los sindicatos británicos, Brendan Barber, ha pedido al Gobierno que establezca una comisión del Parlamento que estudie las causas de esta exuberante polarización de las rentas y establezca un máximo de ingresos para cualquier persona en Gran Bretaña. Y lo mismo está ocurriendo en otros países (excepto España, donde la falta de diversidad ideológica en los medios de mayor difusión es muy acentuada), en los cuales se está planteando que, de la misma manera que hay un salario mínimo, debiera haber un salario máximo que evitara la enorme concentración basada en el poder económico y político que tal concentración determina. Uno de los argumentos para aprobar el salario máximo es, precisamente, enriquecer a la democracia, hoy sumamente limitada por el excesivo poder de los grupos y clases sociales con mayor renta. La evidencia existente muestra que los países donde hay más corrupción del poder político son aquellas sociedades con mayores desigualdades de renta. EEUU es un ejemplo de ello. Los miembros de la Corporate Class son los que principalmente financian las campañas electorales. Incluso en el caso del candidato Obama, las aportaciones del mundo empresarial y financiero supusieron la gran mayoría de los fondos utilizados en su campaña. Las aportaciones individuales –la mayoría, por cierto, provenientes del 30% de renta superior del país– significaron sólo un 26% de todas las aportaciones). Todo este poder económico quiere decir poder político. Y ahí está la necesidad de reducir el primero para democratizar al segundo.

Vicenç Navarro es catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Mar de Fondo

CONCHA CABALLERO 16/11/2009 // El País Andalucía

Hace años tuve una experiencia terrible con el mar. Acababa de llegar a la playa en uno de esos días calurosos del verano. El agua tenía un prometedor color azul y estaba en calma. Sin pensarlo, entré en ese océano que hasta ese día había considerado amigo, con el ansia de la primera vez de cada verano. Me sumergí con decisión y di unas cuantas brazadas en dirección al horizonte. Cuando volví la cabeza comprobé que me encontraba a muchos metros de la playa. Intenté regresar, pero una corriente oculta me arrastraba hacia dentro. Después de muchos esfuerzos conseguí volver a la arena pero ya nunca he vuelto a mirar el mar con los mismos ojos. Me explicaron que ese día había mar de fondo y que una lejana bandera solitaria lo advertía. Sin embargo, se evaporó la ingenua confianza que adquirí en la niñez y desde entonces miro sus aguas con el recelo de una amante engañada.

Siento algo parecido a esta marea profunda cada mañana cuando oigo las noticias o escucho conversaciones de personas que gritan en las que no importan los razonamientos, los matices, o la verdad sino una suma de juicios sumarísimos sin apelación.

Es muy difícil, por ejemplo, convencer a alguien de que el sistema educativo no es un lugar de violencia, de fracaso y de decepción. No importa que sustentes esta opinión con experiencias, con datos y con razones. Reconocerán las excepciones, pero ya han juzgado y sentenciado el sistema en su conjunto, a los jóvenes en su totalidad y el veredicto es orden y autoridad, a secas.

Ni qué decir tiene la dificultad de debatir sobre temas más espinosos. Demostrar que los delincuentes no entran por una puerta y salen por otra, es misión imposible. Afirmar que hay más presos y menor delincuencia que en la mayor parte de los países desarrollados parece una ficción, aunque sea la verdad más fácil de comprobar. Y no digamos ya de los impuestos. Te mirarán con extrañeza si afirmas que en nuestro país se pagan menos impuestos que en la mayor parte de Europa, aunque el que te contradiga defraude el IVA y declare la mitad de sus ganancias a Hacienda.

Se ha puesto de peligrosa moda convertir a las víctimas en legisladores y a sus familiares en "gobiernos en la sombra" que lo mismo imponen cadenas perpetuas que aconsejan negociaciones vergonzosas con secuestradores. Se preguntan obviedades y lugares comunes a los ciudadanos y se sugieren las soluciones más fáciles y arbitrarias. Son ya legión los ciudadanos que, como los taxistas, "arreglarían los problemas en cinco minutos, si los dejaran", con mucha autoridad y sin comunidades autónomas.

No nos engañemos. No gritan las personas realmente afectadas por la crisis; las que se han quedado sin trabajo; las que apenas llegan a final de mes; las contratadas bajo cuerda; las que han perdido derechos; las que no pueden pagar su vivienda... Ojalá pusieran sus problemas reales sobre la mesa. Pero no. Gritan más los que no han perdido nada en esta crisis, los que han ahorrado y han cambiado de coche gracias a la caída de los precios y del dinero. No despotrican de los bancos, de los especuladores, de los que se aprovechan del sufrimiento ajeno, sino de lo público y lo político en su sentido más amplio.

No es que intenten derrotar al Gobierno. Eso es lo de menos. Ojalá subiera una crítica fundada y alternativa a su política. Pero, la respuesta populista a las grandes crisis económicas ha sido, históricamente, el autoritarismo. Éste no llega con anuncios luminosos, no se presenta como tal a las elecciones. Es una marea soterrada que arrastra voluntades, adormece el raciocinio, desarma con su aparente calma al que se opone y te arrastra hacia el abismo del miedo y la desconfianza social.

No estaría mal levantar unas cuantas banderas de alerta en esta playa para que nos advirtieran del peligroso mar de fondo. Y algo de esperanza.

viernes, 13 de noviembre de 2009

La caída del muro




















Hoy ha caído el muro
vidas cambian sombras crecen
el muro sol alumbra y quema
asoma la mugre acorralada
en miles de rincones sin coraje

Es curioso, hoy está cayendo el muro
y sonando el portazo de tu adiós
como suenan gritos asolados
en el sueño del infierno
en las manos del cabrón
se bueno o vete, dice la canción,
vete o vete

Una humareda de furia resopla la nariz
mientras voces informes piden sinceridad
y comen y sufren y temen y follan
y piden conocer el amor que nunca han conocido,
y piden ver las cosas que nunca más verán.

La lluvia horada más que las palabras
los silencios duelen más que las caricias
las palabras hieren más que lluvia helada
en este eterno lado de las cosas que se caen
sólo encuentro cosas, cosas y más cosas

He buscado la luz en el cielo equivocado
y he encontrado caricias resbaladas en mi piel
he dado con la luna rajando lenta el cielo
hasta hacer del cielo un cielo dividido
cielo sobre cielo y cielo antes que cielo

he tardado en amar lo mismo que en perder
y hoy distingo las dos partes
de ese enorme muro que separa lo dicho de lo oído

Ya no hay nada nuevo más allá del mar;
amor que nunca di, amor que nunca más veré.

martes, 10 de noviembre de 2009

¡Ay de los vencedores!

RAFAEL POCH | 10/11/2009
LA VANGUARDIA

Detrás de los fastos del Muro, un regusto amargo que crece

Veinte años después de la caída del Muro, se confirma el chiste ruso de que, "nada de lo que el comunismo nos decía de si mismo era verdad, pero todo lo que decía del capitalismo se quedó corto". En el nuevo espacio "liberado" de la Europa del Este y la ex URSS se encuentra de todo. Las encuestas indican que en Polonia, Chequia y entre los alemanes del Este, hay mucha más satisfacción que pesar, pero en el conjunto de la región, hay 145 millones de pobres, casi una tercera parte de la población y diez veces más que hace veinte años, cuando la nivelación amortiguaba la precariedad, informa el Banco Mundial. Evidentemente, pocos añoran las dictaduras, pero hay mucha amargura y así lo evidencian las encuestas.

Los alemanes del Este pertenecen al colectivo de los que han salido mejor librados. Su satisfacción por haberse sacudido la dictadura, no impide la paradoja de que la mayoría (62%) considere a la RDA una "sociedad más cercana a la justicia" que la actual. Dos de cada tres alemanes valoran positivamente la reunificación, pero un regusto amargo rodea a la fiesta del Muro.

La arbitrariedad con la que el gobierno y las empresas del Oeste disolvieron la economía del Este (14.000 empresas y 1,3 millones de puestos de trabajo), el dominio de los cuadros occidentales en la vida del Este, que el escritor Ulrich Plenzdorf dice sentir como algo parecido a un "régimen de ocupación", la marginación de algunos autores críticos anteriormente loados como disidentes que dejaron de ser "interesantes" al expresar su escepticismo ante el nuevo orden, la casi total ausencia de los orientales en los debates mediáticos –y en el gobierno federal- en los que se pontifica machaconamente sobre una RDA reducida a "Stasiland", un universo policial, que ofende sus biografías, el mayor paro y las menores rentas, así como los abusos terminológicos y conceptuales equiparando a la RDA con el nazismo en el concepto "dos dictaduras alemanas", que provocó la protesta de la comunidad judía, todo eso, fomenta un sentimiento bastante generalizado de "ciudadanos de segunda clase" en el que se reconoce el 64% de los alemanes del Este.

La escritora Daniela Dahn, una de las voces que intentan analizar la nueva ambigüedad alemana, dice que, "la nostalgia de los alemanes orientales está menos relacionada con la RDA que con el sueño de un occidente que no se cumplió".

La RDA inspiró infinidad de reformas sociales y de programas políticos en la RFA, cuyo "Estado Social" no se explica sin el miedo al comunismo, explica Dahn, pero la disposición a adoptar aspectos sociales, "cayó junto con el Muro", lo que explicaría el desmonte del estado social que Alemania vive desde los años noventa, cuando socialdemócratas y verdes dieron el pistoletazo de salida con la llamada "Agenda 2010".

"Parece que el capitalismo funcionaba mejor cuando tenía enfrente a un imperio socialista que lo moderaba. Ahora se ha desbocado y la desmesura siempre indica el principio de un fin", observa Christoph Hein, un escritor de Alemania del Este. De repente se ha descubierto que el enemigo era fuente de inspiración y legitimación para el capitalismo. "Teníamos que demostrar que éramos más sociales que el socialismo. Hoy el socialismo está muerto y muchos empresarios creen que vale todo", dice el ex ministro de trabajo de la CDU Norbert Blüm. "Occidente había hecho de la derrota del comunismo su objetivo fundamental, con la derrota del comunismo se derrumbó el principio organizativo central de Occidente", dice el ex vicepresidente de Estados Unidos Al Gore.

La ambigua fiesta alemana se diluye, se convierte en anecdótica, cuando se observa al lado de los cambios globales experimentados desde la caída del Muro.

En Europa, la desaparición del bloque adversario ha incrementado el alineamiento europeo con el militarismo. Ninguna potencia europea envió tropas a Vietnam, pero muchas lo hacen ahora a Irak y Afganistán, sin apenas oposición. Tras su expansión al Este violando las promesas hechas a Gorbachov, la Otan se ha convertido en fuerza de intervención global liderada por Estados Unidos y dedicada a controlar recursos energéticos. Precisamente en el momento en el que la crisis global lo hacía más necesario, el "nuevo orden mundial" anunciado tras el fin de la guerra fría ha resultado ser una estafa.

El hambre ha aumentado en el mundo desde 1990 y ya afecta a mil millones, uno de cada seis, advierte la ONU. En el frente laboral, un aumento global de la explotación, que incluye retroceso de derechos sindicales, allí donde existían, en Occidente. La integración del bloque del Este, más India y China en el capitalismo, aportó 1.470 millones de nuevos obreros a la economía global, dobló el número de la fuerza de trabajo mundial y alteró el equilibrio global entre capital y trabajo en perjuicio del segundo, con el doble de personas compitiendo hoy por trabajar con el mismo capital. El resultado es la generalización del "contrato basura", el trabajo emigrante y la deslocalización. Una moderna esclavitud en el Norte y en el Sur.

Millones han sido forzados a la emigración por la "mano invisible". Hasta 60 millones podrían emigrar a Europa y África del Norte desde el África subsahariana para el 2020, estima la ONU. Miles caen en los nuevos muros. El de Israel ya es tres veces más grande y dos veces más alto que el de Berlín. Sólo en México en 2008 se produjeron 39.000 detenciones y 89.000 deportaciones de centroamericanos, y el número de muertos por balas en 28 años de Muro de Berlín equivale al de cadáveres de tránsfugas que se encuentran cada año en la frontera de Arizona.

"No hay Oeste, sin Este", dice Dahn, que ha titulado su libro parodiando el "Vae Victis" (¡Ay de los vencidos!) que Tito Livio pone en boca de un caudillo celta en el 387 antes de Cristo. Los vencedores de la guerra fría pasaron por alto que el hundimiento de su enemigo evidenciaba también su propia enfermedad. Olvidaron que se quedaba a solas con la responsabilidad del estropicio mundial. Veinte años después continúan celebrando la ocasión. ¡Ay de los vencedores!, Vae Víctors.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Treno




Seguro que encuentras a alguien

es decir a varios

en el tren con mochila de sueño

y los ojos charmy enterrados

en briegas inútiles;

seguro que tu sonrisa de horizonte

es suficiente y hace el resto;


presididos por el rubio vestido de rojo

o mujer

tal vez un polvo en el vagón 6 o 7,

si no a la vuelta, 670 015 418,

de nuevo, y ya kedamos ...


Seguro que he vuelto a preguntar

a quien no sabe contestar

a encontrar el camino hasta la pérdida;

seguro que un jonkie del amor

no es un jonkie de la paz;

seguro que ya no hay nada más que hacer

en este juego de ajedrez;

se han roto las cuerdas... Pare el tren,

o yo me bajo sin parar.