miércoles, 28 de abril de 2010

De hombres simples y de simples dioses


Como tantas otras veces llegué a él a partir de una película. Primero fue el film de Tony Richardson, que en 1962 encandiló desde las sombras del norte de Inglaterra. Luego fue la novela, extrema y cautivadora con su verdad mascada desde la pura vida de los suburbios: 'La soledad del corredor de fondo', del Alan Sillitoe que nos dejó el lunes 26 de abril de 2010, fue, como 'El Guardián entre el centeno' de Sallinger: un soplo de aire fresco literario en su momento, y una magnífica crónica de ese momento para toda la posteridad.


Además, Silletoe siempre tuvo ese tono descarnado y realista tan de dentelladas a la tierra y a las calles más sinceras, necesitadas y pegadas al drama del obrero inglés de posguerra, que era el drama del obrero de todo un continente recién abatido por la guerra, algo que, desde mi punto de vista, le honra. Ese compromiso, ese retrato conseguido de las incertidumbres y dureza vital de toda una generación apaleada por el sistema: primero como carne de guerra, y luego como carne de insalubres fábricas e inhabitables suburbios del norte inglés: le honran. El dar voz a todo eso con ese renovador modo de entender la literatura inglesa, con esa rabia: le honran, y lo elevan.


"Los problemas de los hombres simples son los problemas de los dioses". Que la tierra te acoja con cariño Alan.

martes, 27 de abril de 2010

Tu nombre suena a destino

Me he consumido antes de empezar
como un cigarro mojado de mal liador
como esas respuestas de asco a las miradas de amor
como esos días enteros que no dejan tregua
o noches amargas amortajantes
me he consumido entre piernas y lastres
entre posos con sumo cuidado de suspiros anhegados
también por la violenta globosfera de tus senos incesantes
me he escurrido por tí porque tu vas cediendo
porque derrites el tiempo desentrancando puertas inertes
y así por tí no se lo que es descansar
sino sólo qué es derramar el tiempo sobre mis hombros
hasta que el almidón se hace inespeso
o sopesar el verdadero calado de tu lengua
porque tiene todo el fulgor de mi vida en su punta;
sólo se eso.

Cuando tu nombre suena a destino
y el tuyo suena a destino divino
es mejor desistir y ponerse a tus pies