viernes, 26 de diciembre de 2008

Asomaba a paso descubierto, zigzageante, mareando los sentidos escrutadores de mis ojos llorosos...No dormía, no duermo, apenas cinco o seis inquietas horas, así que pensé que aquello era parte de ese sueño que me había faltado, que no recordaba...Sinestesia pura...Así pasaba desde lejos.

Luego de conocerla, desde cerca, fue peor, lloraban los ojos de pura emoción al sentir la invisible presencia de su respiración. De soslayo, en las interminables reuniones, en las copas, en las largas conversaciones por teléfono, ambos, los dos, por fin volvíamos a ser tontos por naturaleza.

A partir de ahora, que es el primer día de mi tercera vida, como la eterna espera por la III República, será más fácil seguir la estela, la inercia del deseo o la tranquila frustración por no conseguir saciarlo...y así siempre, porque las cosas son así, y la vida no tiene luces ni sombras, sino un gris inestablemente modificado por nosotros mismos y nuestros anhelos.

lunes, 8 de diciembre de 2008

La forma más fácil de llorar

Hoy he encontrado una vieja caja de zapatos. En ella hay retazos de una parte entera de mi vida. Retazos, porque el resto está en mi memoria, aunque salte pocas veces a la palestra, perdura. La cosa es que, abrí los ojos hacia adentro, y me he dado cuenta de que estoy necesitado de alguien que casi ni conozco.

Ese alguien es tan difícil de definir como yo mismo lo debo ser para ella. El otro día casi la toco por teléfono. Sí, su voz era una cosa, una bella demostración de lo fugaz y esquiva que es la realidad; y yo, yo sentía otra, sentía que la estaba tocando: el cuello, la cara, lo labios...simplemente porque sí. Será cuestión de recuerdos, o e anhelos.

Entre algunas servilletas pintarraqueadas, entradas a carreras de galgos, tres cuadernos con gusarapos, que deberían poder interpretarse como letras, algunos girones de mí mismo en forma de fotos caducas...entre todas esas inmensas cosas que en cambio caben en una caja de zapatos, estaban las púas con las que maltrataba mi Juanita en el puente sobre el río Lee.

Las recortaba de tarjetas de crédito que sucesivamente fui consumiendo...de plásticos inertes de la misma o parecida consistencia...del tul duro de los escaparates de las tiendas en las que trabajé...en fin,la sucesión de recuerdos traídos y arrastrados por la corriente de aquel río o de esta necesidad, a colación de nada, me llevaron a la firme conclusión de que necesitaba de ella, ayer, tarde en la noche fumando un cigarro, yo necesitaba de ella.

Mi Juanita, con impropias y duras cuerdas metálicas, me salvó de la inanición en alguna que otra noche. Tocando aquella canción de David Grey en el puente sobre el río Lee, me dí cuenta, y me dura hasta hoy, de que "puede que la forma más fácil de llorar sea no querer hacerlo".

Hoy te necesito, y apenas sé quién eres, pero es seguro que me salvarás de alguna forma.

Un beso sombra, un beso día.