viernes, 1 de febrero de 2013

De Madrid al suelo: sobre la necesidad de refundar el Estado




Al llegar el mundo daba vueltas y pasaba todo lo conocido por el hueco de una tuerca mohosa. Al llegar la bruma acompaña la mañana, pero la oscuridad del alma es tan espesa que cae y destroza la carne y el pensamiento. Ese frío que puede tumbar a un hombre hoy es la patética metáfora de un Estado a punto de colapsar, y no económicamente, y no materialmente, sino espiritual y moralmente.

La brisa que te hiela la garganta. Tras café y charla mañanera en Sevilla, y almuerzo en Córdoba, con dos de esos maestros políticos que he tenido la suerte de conocer, el tren vespertino te sirve para recapacitar: millones de euros en Suiza y una amnistía fiscal que prima el dinero negro y la sinvergonzonería; la cúpula del partido en el poder repartiéndose sobres de dinero desde hace 15 años: ¿a cambio de qué? ¿quiénes pagaban?; la misma cúpula, el mismo partido, con sus mismos próceres y medios de intoxicación llenando la boca de grandes frases huecas (aún hoy, qué patético) contra la corrupción: de otros se entiende; la podredumbre hecha cínica materia de marketing.

La Constitución, intocable en lo Federal, se reforma exactamente para limitar el gasto social, sin preguntarle al pueblo que la ascendió como norma esencial; los partidos que se presentan a las elecciones incumplen sus programas electorales porque no hacen lo que prometieron o incluso justo lo contrario de lo que preconizaban: la soberanía popular mancillada, cercenada, violada, sustituida por los mandatos de grandes corporaciones y organizaciones-internacionales-financieras-no electas, no democráticas, no fiscalizadas. Parece slam, pero es un verso de negra muerte para muchos.

La Casa Real manchada, con las manos llenas de mierda y haciendo escrupulosos mohines de rechazo que apestan al resto de la sociedad… El secretario de las infantas, el duque de las manos sucias, al monarca intercediendo para sus amiguetes… La casa real.

Y mientras 6.000.000 de parados; el 65% de los jóvenes; muchas familias con todos sus miembros en paro desde hace más de dos años; la pobreza de nuestros hijos y la corrupción del PP (o del PSOE), son las mismas cosas. Mientras se recortan los mecanismos de emancipación e igualdad que los Estados sociales preveían: menos y peor educación pública; menos y peor sanidad pública; menos y peor políticas sociales… Peores y cada vez más expeditivas condiciones laborales. 

Yo no aguanto más. Nadie aguanta más. El suelo bajo nuestros pies es el techo de las aspiraciones de emancipación y bienestar de todo un país, de varias generaciones de incrédulos españoles que lagrimean murmullando “¿cómo coño es posible tal cantidad de mierda e indecencia?”; no estamos pisando ese suelo: estamos a cuatro metros de lodo bajo él. Yo no aguanto más. Nadie aguanta más.

La derecha empieza con su retahíla de ladridos cuyo ruido y supuestas víctimas propiciatorias pretenden que nada cambie estructuralmente, que nadie se mueva demasiado (transición, ese gran concepto político ahora desvirtuado por completo).

Los ciudadanos esperan dimisiones en masa, graves voces internas que pidan responsabilidades, bajas en la militancia de decenas de miles de miembros del Partido Popular. Pero no se producen. Los ciudadanos esperan detenciones y registros masivos en la sede del PP, pero los furgones policiales que cuantiosamente llegan a Génova miran hacia fuera: defienden los despachos. Ya llegará la justicia (eso esperamos, si no llega será el fin de la seudo-democracia-española-moderna). Los ciudadanos esperan.



¿Y la izquierda? Debemos pedir un proceso constituyente: la sociedad merece un nuevo sistema. 30 años han servido para que el egoísmo más simplón y peligroso del neoliberalismo salvaje se haya hecho un hueco esencial en las mentes y corazones de millones de españoles: hay que estirparlo. Nada de regeneración, se regenera el tejido sano: transformación.

Re-organizarnos con nuevas instituciones que respondan a las necesidades políticas de la nueva sociedad: radicalmente democráticas, transparentes y participativas. Una nueva Carta Magna que acomode a las federaciones en el seno de un Estado justo y redistributivo. Un Estado social que ayude a la mayoría de los ciudadanos frente a los abusos del capitalismo salvaje o la desmedida codicia del sistema financiero y seudo-político español.

Una República, donde todos los españoles y españolas seamos exactamente iguales ante la Ley y la Ley sea exactamente la expresión de los valores más nobles de la sociedad; la expresión de las necesidades de la mayoría social.

Una República, la III, que sea Federal, Social y Democrática. Es la única forma de construir un nuevo Estado, levantarnos del suelo, y recuperar la ilusión y la decencia de nuestra democracia. Es la única forma que se me ocurre para poder seguir adelante sin definitivamente dejar de intentarlo... Triste.

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