miércoles, 17 de agosto de 2011

Día 79. El desfile de las niñas que no quieren ser madres

Niñas madre, del artista plástico Justo A. Sanz


Existen diversos tipos de desfiles. Desfiles de moda. Desfiles militares. Desfiles eclesiásticos, del que España vive una manifestación ejemplar durante estos días. El desfile de personajes de las obras de teatro o de cine. Incluso el desfile de vanidades, que tan comentado es en muchos de nuestros medios de comunicación, de determinados saraos, actos sociales, eventos. Existen desfiles macabros y crueles, como el de condenados: la cuerda de presos, rehénes pasando frente a la cámara, los famélicos desfiles de prisioneros de guerra, los inquisidores mostrando a los malos cristianos, a las brujas, a los 'hombres gato'...

Todos quieren poner de manifiesto, públicamente, cualquier hecho glorioso de los propios, demostraciones de fuerza y auto-convencimiento, singularidades y exclusividad del 'nosotros'; o cualquier deshonra, cobardía, cualquier falta de los ajenos, de los enemigos, de los 'otros'; a veces, ambas cosas a la vez.

Yo asisto desde hace meses, perplejo, a un desfile diferente. Silencioso, traumático, personal, aunque igual de evidente, para la estadística y para mi. Día tras día, incesantemente, mañanas y tardes, sábados incluidos, miles de niñas-madre, o madres jóvenes, o madres solteras, o madres migrantes.... miles de mujeres que no quieren ser madres, desfilan frente a mi puerta por una de las pocas clínicas que legalmente interrumpen el embarazo en Andalucía. Proceden de toda Andalucía Occidental, pero a veces también aparcan coches desde Málaga, Jaén, Portugal o Badajoz.

Con sus parejas, familias, amigas, otras veces solas, el goteo es continuo, diario, y siempre, e invariablemente, guarda el mismo protocolo: entran lentos, temerosos, salen todos, menos ellas, los que esperan empiezan a fumar o a charlar, inquietos, caminan de lado a lado de la acera, empiezan a hablar por el móvil; están nerviosos. Salen porque necesitan 'tomar el aire', incluso en épocas en las que como ahora, con 40 grados a la sombra, es difícil respirar nada parecido al aire. Los chicos salen cabizbajos, pensativos, supongo que haciendo propósito de enmienda. Las chicas acompañantes igual, comentan entre ellas, cabecean de izquierda a derecha...'hay que ver las cosas que pasan'. Las madres se paran, absortas, abstraídas, frente a la puerta, cruzando los brazos, fumando, pensando, una mano en la frente.

Finalmente sale. El tiempo varía, porque varía la intervención y el estado en el que se encuentran tras ella. Las reacciones son múltiples: desde chicas verdaderamente afectadas y que se echan en brazos de aquellos que las esperan, hasta mujeres enteras y aparentemente seguras que hacen rápido ademán para marcharse de allí, sin querer muestras de afecto y para poder pasar página lo antes posible. Impacientes sería la palabra. Impacientes por borrar, por pasar, por empezar de nuevo.

Detrás de la estadística existen personas, realidades con circunstancias que no tenemos ni tú, ni yo, ni el médico de la clínica, ni Rouco Varela, ni nadie excepto ellas. Quizás algunos se olviden de esto al opinar tan alegremente sobre la actitud de estas chicas.

Ante este desfile, patético, el resto de desfiles cambia de aspecto y de consecuencias emocionales para mi. El militar me parece, digamos que, peculiar, exótico incluso, pero aún más triste por lo que encierra: ¿qué diablos muestran al mundo? Su capacidad de matar. El de vanidades me parece frívolo, preocupante, ejemplificante quizás, porque es síntoma de la tremenda insustancialidad de la sociedad que hemos creado. El religioso me parece un espectáculo, algo cínico, sobre nuestras propias necesidades y miedos espirituales: ¿qué diablos muestran al mundo? Que Dios sigue existiendo dentro de nosotros, paradójicamente tienen la necesidad de mostrarles al mundo entero la existencia de Dios.

Los desfiles de los 'perdedores' de la historia, de las víctimas, me hablan acerca de la indignidad de las sociedades en las que a veces Dios, y lo militar, y la vanidad, han campado a sus anchas durante décadas, siglos e incluso milenios.

Fuera de consideraciones morales o religiosas, pasar el trance que pasan las chicas de mi desfile no es ningún caramelo. Fuera de consideraciones morales o religiosas, el único gesto común que les veo, día a día, es cierto e irrefrenable alivio. Fuera de consideraciones morales o religiosas, el desfile más humano que encuentro, de los que he comparado, es el de chicas que legítimamente no quieren ser madres, aún, ni tener que serlo una vez más. Porque tienen sus razones y porque la ley (de los hombre), esa cosa que para algunos parece no existir pero que emana desde el consenso de todos y todas y para que todos podamos vivir razonablemente bien, en paz y justamente, además de ampararlas, las limita.

Dios sabe, y digo Dios, que este no es un desfile agradable, porque habla de muchos de los errores y carencias de nuestra sociedad. Por eso no haré un alegato fácil a favor o en contra del aborto, porque me parece absurdo, a día de hoy, contraponer los derechos civiles de ciudadanas reales a otros hechos que se definen, y toman conciencia, 'espiritualmente'.

Pero también por eso mismo Dios sabe, y digo Dios, que no me parece de recibo que el señor Rouco Varela compre y venda almas utilizando argumentos cristianos y el drama personal que viven estas chicas por haber abortado, o dejado de hacerlo. Si os arrepentís, ha dicho, recibiréis el perdón. Lindo. ¿El perdón de quién? ¿De él? ¿De las asociaciones pro-vida? ¿De Dios?

Eso, amigas y amigos, me parece deplorable, y un argumento más para que los cristianos y cristianas de base digan ¡basta ya! a esta clase de juegos emocionales maquiavélicos y artimañas espirituales de carácter medieval. Vendiendo parcelas del cielo se construyó la magnífica Catedral de Chartres. Y otras tantas grandísimas obras del hombre.

Lo peor de todo es que me da la impresión de que el desfile de chicas que no quieren ser madre será infinito, porque incansable es el trasiego de la misma vida; y en cambio, como otras tantas veces, el criterio de la Iglesia Católica Apostólica y Romana variará en algunos decenios, sobre este y sobre otros muchos temas, algunos 'adyacentes': métodos anticonceptivos o castidad por ejemplo.

Utilizar el irreal miedo para infringir irreal temor y conseguir circunstanciales adeptos. Suena chungo, pero es flor de siglos.

1 comentario:

rosario dijo...

Soy madre porque así ha sido mi decisión libremente. He tenido suerte de tener una madre que cuando hablo con ella siempre me ha escuchado..la misma pauta sigo con mis hijas esto es muy importante porque cuando ha llegado la hora de tratar temas tan importantes como la sexualidad estas se han echo con toda naturalidad. La información es básica como el apoyo familiar y la responsabilidad que con lleva la relaciones sexuales sin protección y a mi no me vale que no haya información y medios al alcance de la población en general. Eso no significa que no este de acuerdo en que es la mujer la que debería asumir esa decisión libremente de ser madre... pero con responsabilidad.