martes, 17 de abril de 2012

¡No a unas Malvinas a la española!




Las Malvinas fue un conflicto bilateral de lo más inservible e inexplicable tanto para Gran Bretaña como para Argentina, a excepción de en una cuestión: el gobierno de Thatcher, que fue reelegido tras el conflicto a pesar del desmantelamiento del estado-social que estaba perpetrando; y el régimen argentino con la Junta Militar en el poder, cuyo fin precipitó haber perdido esta mini-guerra; se sirvieron del mismo como perfectas cortinas de humo y focalizadores del descontento social que tenían en los patios de casa.

Existe el peligro que, en este sentido, Repsol se convierta en nuestra particular guerra de Las Malvinas: que no nos distraigan con desaforados discursos nacionalistas nuestros gobiernos.  

Es lo que colgó Cristina F. Kirchner en Google + : "Las empresas que están radicadas aquí son empresas argentinas, que a nadie se le escape eso, y no nos molestan las rentabilidades, sino que no reinviertan. Con toda empresa argentina cuyas acciones sean extranjeras, mientras acompañe el crecimiento del país, vamos a seguir trabajando codo a codo." Lógico.


Los Ministros españoles que amenazan con consecuencias al Estado argentino cometen una grave irresponsabilidad: es un Estado soberano. A muchos ciudadanos nos hubiera gustado que nuestra soberanía no se viera recortada, sin ni siquiera preguntarnos en las urnas, por entidades bancarias supranacionales, por etéreos mercados que tienen nombre y sede o por los gobiernos que manejan el rumbo de la UE (a su interés). A los extrañados, le recordamos parte del articulado de la Constitución:

Artículo 128 de la Constitución Española (esa que PSOE y PP cambian sin preguntarnos):

1. Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general.

2. Se reconoce la iniciativa pública en la actividad económica. Mediante ley se podrá reservar al sector público recursos o servicios esenciales, especialmente en caso de monopolio y asimismo acordar la intervención de empresas cuando así lo exigiere el interés general.

Que un Estado arremeta contra otro por ejercer el uso de su soberanía nos coloca al borde de cierto radicalismo imperialista y esquizofrenia política difícil de explicar para un país que sufre como nunca los envites de una crisis criminal: echamos de menos esa misma fortaleza con grandes empresas que masacran a diario al grueso de la población española, con un sistema que sólo beneficia a unos pocos, con leyes que están pensadas para que el pastel de las grandes corporaciones y bancos no se derrita, no cambie de manos.

Que un Estado arremeta contra otro por atacar 'intereses españoles' representados en los intereses de una empresa privada deja también bien a las claras para qué o quiénes está empleado este gobierno. Ese capitalismo neoliberal que nos ha traído hasta aquí.

Ahora bien, que el Estado argentino apele a la mayor, que es a la nacionalización, sin tener muy claras posibles opciones y planes de viabilidad para esa empresa y sin haber explotado todas las posibilidades de entendimiento al máximo (argumento que pone sobre la mesa Repsol) me parece que tampoco es una postura inteligente: las derechas recalcitrantes a ambas orillas del Atlántico y el populismo nacionalista más simplón tienen el camino sembrado.



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