martes, 14 de junio de 2011

Día 15. Heisig, el pintor del odio





Hace unos días murió Bernhard Heisig. Desconocía completamente la obra de este pintor hasta hace unos años, cuando mi propia vida me llevó a pasar 'parte de ella misma' en Alemania (la vida decide por sí misma dónde y cómo quiere estar, es iluso el que crea que tenemos poder para entroncarla); concretamente casi todo el tiempo estuve en ciudades de la República Democrática, desde el sur y hasta el Mar del Norte. En esas calles, entre esos amigos, conocí la obra de este pintor post-expresionista, al que muchos catalogan como 'el pintor del odio'.

Siempre me perturbaron sus cuadros, es decir, siempre desde que pude disfrutar de alguno de ellos por primera vez; fue en Leipzig y la lluvia aparecía como por arte de magia en aquél verano caluroso. Y es inquietante no sólo por el reflejo de ese odio, o sufrimiento, o incertidumbre existencial, sino porque tan bien entronca con las corrientes occidentales de la postguerra europea, y, más allá, consigue crear y que respeten su propio mundo pictórico en un ambiente de 'creación' y propaganda del 'nuevo hombre soviético' en el que el realismo socialista de tintes clásicos y apolíneos ganaba por goleada, desde las escuelas de arte y hasta las políticas culturales impuestas. Doblemente interesante pues.

Parte de la derecha democrática culta, si es posible esta coexistencia conceptual de forma pacífica, le rinde tributo por ser uno de esos artistas que en varias ocasiones abjuró de régimen establecido en la RDA, al que yo simplemente llamo dictadura paranoide, aunque también varias veces volvió a acercarse a él y fue premiado por el propio régimen con puestos de poder nada desdeñables.

Su biografía en sí ya es novelable: nacido en Polonia, Wroclaw, en el seno de una familia alemana, en su juventud se alistó a las SS para pasar poco después a formar parte, en la posguerra, del Sozialistische Einheitspartei Deutschlands, partido comunista de la Alemania del Este, al que abandonó en un par de ocasiones. Supongo que también se enamoró, sufrió, disfrutó e hizo todas esas cosas que solemos hacer los humanos aunque difícilmente recojan las biografías.

En cualquier caso, lo que me pasa con él, parecido a lo que le puede pasar a cualquier amante de la literatura con Céline, no tiene tanto que ver con esas circunstancias como con su obra, que realmente está repleta de rabia. Os invito a conocerlo un poco más.

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