miércoles, 1 de junio de 2011

Día 2. Sobre cine y sobre letras, y sobre sombras


La marrón y seca tierra de tu piel da lugar a la más tardía sensación de humedad.
Ponte en mi lugar. Cerca.
Haces de la luz enconada que ilumine todo, desde dentro hacia fuera.
Hielo y escarcha; acero y cristal.
Son balas del alma que disparas desde allá,
tu hueco. Tu voz suena a dos voces;
soy joven pero de piedra, soy viejo pero resisto,
el tiempo de todo el mundo es mío,
pero cada momento se escapa muerto
como líquido entre manos de torpe muñeco de trapo...
En este mercado no hay género nuevo;
mercader de mentiras, bacterias, guerras: miedo.

Solos en este lúcido juego de sombras deslucidas.
Se acaba y ya no sabemos mentir, o no queremos,
y no volveremos a hacerlo... mejor dejar que muera.
Los nombres y el silencio. Las personas y el pasado.

Los ojos verde pálido de aquel bar rojo fosforescente
nos apaleaban e incitaban a pedir más cerveza
como si pudiésemos asimilar más miradas con más tragos
a perseverar y digerir al mismo tiempo
también incitaban al desánimo, a prolongar la espera
desgranar esquirlas y trozos de nuestra materia
en caída lenta y constante, nuestra materia fue la mentira.


¡Pero qué parecido es caer a volar!
(Como dice aquella letra de alguna canción de la película bella que fue todo)

Quiero subir contigo, y quiero soltarme después,
al menos conocer qué es volar, caer más tarde a tus pies...

Y seguro que las almas sentidas creen que eres amor,
y seguro que las épicas creen que eres justicia,
seguro que las almas impuras creen de ti que eres libertad,
y seguro que mi alma aún no sabe qué coño eres; y que tampoco lo sabrá.

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