domingo, 5 de junio de 2011

Día 6. Algo de 2007 o por ahí.


El portazo de su coche; odio los cristales sin marco, o las puertas que no encajan, e intentan cerrar; pase lo que pase y sea lo que sea; embarazada y torpe, quise creer que también enamorada, porque lo ha dicho tantas veces y de formas tan dulces que cala, se aleja definitivamente. La sensación es amarga, o mejor, agridulce.

Las pequeñas batallas de tiempo que ha intentado ganar con cada encuentro son tan insustanciales en la terca quema de rastrojos que lleva a cabo cada vez que está conmigo que sólo de pensar en el esfuerzo que realiza me dan ganas de dejarlo, de dejar que muera.

Entregada a su destino fácil, digerido, cálido al llegar a casa, yo no pinto nada. Así que la huida de mí en realidad es el refugio de ella. La andanada es una defensa. El falso signo de fuerza es simplemente una falaz proclamación de misterio y embustera autoconfianza.

La noción del amor es el desatino. De este amor al menos. Tanto más amor cuanto más desatino.

- Dejar atrás la edad del hielo.

Puedo vivir como Zuckerman, es decir, ya lo he hecho. Así que puedo de nuevo. Como vamos teniendo edad para usurpar la belleza, pues la metemos a riadas en los bolsillos. Tanto como podamos. Pero con cuidado. Puedo escribir buenos poemas aún, porque hay muchos más poemas por escribir que los que están escritos. Es inviable rendirme, o ser de otra forma.

-Qué horas son mi corazón?... Ustedes tenéis... la tesis es errónea...
-De qué hablas? Me confundes.
- Ya. Balbuceo. Al sol los pensamientos espesan.
-Estás borracho?
-Debería. El coppertone, es el coppertone.
-Dios... me cansas.
-Recuerdas al principio? recuerdas al principio del principio?
-Sólo hubo un par de meses buenos. O no del todo malos.
-Más bien llenables, pasables, lúcidamente enteros. Reconozco tu valor.
-El del desaliento cariño.
-No tienes derecho. También son mis recuerdos.
-No te tolero, inasumible.
-Niña mi niña, niña querida... En el lugar más extremo y frío habitará el olvido perpetuo.
-No se acabará la vida, la muerte, las flores, las personas...
-Las canciones, los poemas... tu marido.
-Qué quieres decir?
-No lo sé... ni me importa. Adiós.

El portazo de su coche. Odio los cristales sin marco. Los grandes éxitos que nos esperan a la vuelta de las miradas. Como nunca, triunfaremos y viviremos por encima de nosotros mismos, y volveremos a ser eternos... Y así.

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